Belleza

Belleza es una confrontación brutal con la superficialidad y la cosificación, una denuncia encarnada en cerámica. La figura de una mujer, aparentemente perfecta, revela su verdadera forma: dos bocas que gritan en silencio y un rostro sin ojos, cegado por el juicio externo. Sin visión propia, está condenada a ser mirada, moldeada por expectativas ajenas.

La cerámica, con sus texturas frías y fracturadas, evoca la fragilidad y la dureza de una sociedad que idolatra lo superficial mientras destruye lo profundo. Belleza no busca agradar; interpela, incomoda y obliga al espectador a cuestionar sus propias percepciones y complicidades. Es una obra que grita con fuerza que la verdadera belleza no está en lo visible, sino en lo libre, en lo humano, en lo inquebrantable.

Su columna vertebral, desnuda y expuesta, es una declaración desgarradora de vulnerabilidad, como si su estructura interna hubiera sido despojada para exhibirse como un trofeo. Este detalle, crudo y visceral, sugiere que incluso su esencia más íntima ha sido convertida en un producto, desprovista de humanidad y reducida a un objeto de consumo.